¿Qué es la depresión?
La depresión no es simplemente estar triste. Es un trastorno del estado de ánimo que afecta profundamente la forma en que una persona piensa, siente y actúa. Puede aparecer de forma progresiva o súbita, y muchas veces no tiene una causa única aparente.
A diferencia de la tristeza normal —una emoción humana que aparece ante una pérdida, un conflicto o una decepción—, la depresión es más duradera, más intensa y suele implicar una desconexión emocional más profunda.
“No es que estoy triste por algo. Es que ya no siento nada. Ni siquiera ganas de cambiar.”
Cada persona vive la depresión a su manera. En algunos, se manifiesta como falta de ganas, apatía y aislamiento. En otros, como irritabilidad, culpa excesiva o agotamiento emocional. Por eso es importante no comparar ni minimizar lo que alguien está sintiendo.
La depresión no siempre se ve, pero siempre se sufre.
Con tratamiento psicológico, es posible identificar qué la sostiene, trabajar con los pensamientos y emociones involucradas, y comenzar un camino de reconexión con el deseo y el sentido personal.
Síntomas frecuentes
Falta de ganas o motivación
Cambios en el sueño y apetito
Aislamiento o desinterés social
Sentimientos de culpa o inutilidad
Pensamientos negativos recurrentes
¿Por qué me pasa esto?
Una de las preguntas más frecuentes en quienes atraviesan un estado depresivo es: “¿Por qué me siento así si en teoría tengo todo?”
La realidad es que la depresión no siempre responde a una única causa, y muchas veces aparece de forma silenciosa, acumulando peso emocional día a día.
Detrás de la depresión suelen encontrarse factores múltiples, combinados, que sobrecargan a la persona hasta quebrar su equilibrio interno.
Factores desencadenantes frecuentes:
Duelos no elaborados
Pérdidas significativas —de personas, relaciones, etapas de vida— que dejan un vacío difícil de nombrar.
Estrés crónico o sostenido
Exigencias laborales, sobrecarga familiar o económica que agotan los recursos emocionales.
Conflictos vinculares o de pareja
Relaciones que duelen, discusiones que se repiten, vínculos donde uno ya no se siente visto o valorado.
Desgaste emocional acumulado
No parar nunca. Sostener. Hacer como si nada pasara. Hasta que el cuerpo y la mente dicen basta.
A veces no hace falta que haya “algo grave” para que duela. La acumulación de pequeñas heridas, decepciones o silencios también puede terminar apagando el deseo y desconectándonos de nosotros mismos.
La depresión no habla de debilidad. Habla de una historia que merece ser escuchada.
Con el acompañamiento adecuado, es posible reconstruir ese relato, comprender qué se rompió, y volver a encontrar dirección.
¿Qué podés hacer?
Empezar un tratamiento puede cambiarlo todo. Escribime